miércoles, 15 de enero de 2014

Jose Lopez Portillo

Egresó como abogado de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1946 y como doctor en Derecho en 1950. Contrajo primeras nupcias con Carmen Romano y del matrimonio nacieron tres hijos: José Ramón, Carmen Beatriz y Paulina. Entró al servicio público hasta 1959 de la mano del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la organización que durante la mayor parte del siglo XX dominó de manera absoluta la vida política mexicana, animado por el ideario y carisma del entonces presidente Adolfo López Mateos. Tras ser litigante, catedrático de la Facultad de Derecho de la UNAM (donde, como años después con la banda presidencial, el espacio le fue heredado por Luis Echeverría, su íntimo amigo de la adolescencia, y dio clases a quien le relevaría en la Primera Magistratura, Miguel de la Madrid), profesor fundador del Doctorado en Ciencias Administrativas de la Escuela Superior de Comercio y Administración del Instituto Politécnico Nacional en 1961 y de escalar jerarquías en el Gobierno Federal pasando por la Secretaría del Patrimonio Nacional, la Oficina de la Presidencia de la República y la dirección de la Comisión Federal de Electricidad, logró hacerse de la cartera financiera del país al ocupar el puesto de secretario de Hacienda de 1973 a 1975, quebrando la norma no escrita de que la economía nacional se definía por su titular en turno (un hombre avezado en las finanzas estatales y guiado por criterios mayoritariamente técnicos), al poner la dependencia al servicio de las conveniencias y decisiones políticas del presidente, pues López Portillo carecía de experiencia en dicha rama, ostentando como verdadera credencial su cercanía personal con Echeverría, quien al nombrarlo declararía sin tapujos y con dedicatoria a los empresarios, con quienes mantuvo una pésima relación, la famosa frase: "A partir de ahora, la política económica se decide en Los Pinos".
Llegada al poder

En aquel tiempo, los mandatarios emanados de su partido escogían personalmente a su sucesor, y López Portillo fue la opción del presidente Echeverría, de nuevo haciendo valer su añeja amistad y rompiendo también con los pronósticos de que el secretario de Gobernación era el elegido natural, quedándose en el camino Mario Moya Palencia. Los siguientes meses López Portillo realizó el correspondiente proselitismo bajo el lema "La solución somos todos", pero sin adversario alguno, pues el único partido verdaderamente opositor con registro, el derechista Acción Nacional (PAN), no presentó abanderado debido a fuertes divisiones internas, y la izquierda, aglutinada en el proscrito Partido Comunista Mexicano (PCM), en las universidades públicas y en guerrillas urbanas o rurales, sin contar con otro espacio que el de lo testimonial, lanzó a uno de sus líderes históricos, el sindicalista Valentín Campa, como candidato simbólico, obteniendo casi un millón de votos, que aún sin ser válidos denunciaron una evidente incongruencia del esquema político-electoral imperante. De esta circunstancia se desprendió la obra que, en perspectiva, sería la mayor aportación de López Portillo: la Reforma Política de 1977, orquestada por su secretario de Gobernación, el reputado político, jurista e historiador Jesús Reyes Heroles, la cual representó el primer avance fehaciente para que México transitase de un régimen de partido hegemónico a uno de pluripartidismo y poder compartido.

Presidente de México (1976-1982)
Rodeado de la polarización y el desorden legados por la administración de Luis Echeverría, el 1 de diciembre de 1976 José López Portillo tomó posesión como presidente de México y pronunció un impecable discurso que le ganó apoyos y confianza por su interés conciliatorio y el abandono de la retórica demagógica y grandilocuente que primó en todo el sexenio anterior. Su proyecto de gobierno se dividía en tres partes: dos años de recuperación, dos de consolidación y dos de crecimiento acelerado, y para lograrlo urgía a superar las discrepancias y avanzar: "Hagamos una tregua inteligente para recuperar nuestra serenidad y no perder el rumbo [...] podemos hacer de nuestra patria un infierno o un país donde la vida sea buena". Enseguida, pidió un emocionado perdón a los desposeídos y marginados por el fracaso del Estado en acertar a "sacarlos de su postración", lo que expresó cambiaría en su gobierno, bordando así un momento memorable dentro del devenir político contemporáneo.
Empero, los primeros tiempos se enrarecieron por los rumores sobre el activismo del ex presidente Echeverría (recogidos y amplificados por Reyes Heroles, quien sostenía una sabida rivalidad con el anterior titular del Ejecutivo), pues mediante su Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo y la presencia de estrechos colaboradores impuestos en el gabinete entrante y en el Poder Legislativo buscaba seguir influyendo en los ámbitos de decisión con una agenda propia, violando otra pauta básica del predominio presidencial de la época, misma que exigía de los mandatarios en retiro su desapego sin cortapisas de la política nacional, lo cual llevó a López Portillo a prescindir de ciertos personajes (los casos más evidentes fueron el de Porfirio Muñoz Ledo en la cartera de Educación y el del presidente del Congreso, Augusto Gómez Villanueva), a encarcelar a funcionarios de aquel periodo (como Eugenio Méndez Docurro y Félix Barra García, ex secretarios de Comunicaciones y Transportes y de la Reforma Agraria respectivamente, así como al ex director del Fideicomiso Bahía de Banderas, Alfredo Ríos Camarena, y al del Instituto Mexicano del Café, Fausto Cantú Peña), y a enviar fuera al mismo Echeverría como embajador en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1977 y en 1978 ante la apartada Australia, con concurrencia en Nueva Zelandia y las Islas Fiji, aniquilando así cualquier intromisión en su gobierno.
En lo financiero, la situación era difícil en general, dado que apenas unos días antes de entrar en funciones se realizó una de las devaluaciones más severas que el país hubiese vivido hasta esas fechas y se obtuvo un préstamo del Fondo Monetario Internacional con el acuerdo de ejercer un presupuesto reducido y mantener bajos los salarios. Constreñido por los malos manejos de su antecesor y ante aquellas disposiciones, López Portillo se mostró prudente en cuanto a gasto e inversiones se refería, pero todo cambiaría cuando, como secuela de la Guerra del Yom Kipur, los países árabes interrumpieron la venta de petróleo a Estados Unidos y a Europa Occidental por el apoyo brindado a Israel. Esto, junto al descubrimiento de nuevos yacimientos en Chiapas, Tabasco y de la rica Sonda de Campeche catapultó a México como primer exportador de crudo, lo que permitió que el Producto Interno Bruto se elevara a un 8% anual y que la tasa de desempleo se redujera en un 50%. "México, país de contrastes, ha estado acostumbrado a administrar carencias y crisis. Ahora [con] el petróleo en el otro extremo, tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia", fue el reto y promesa a la vez que el presidente acuñó e hizo patente a la sociedad ante la inesperada jauja, aderezando las buenas nuevas con una perla del egocentrismo que le embargaría sin remedio: "Soy la última oportunidad de la Revolución". El 24 de septiembre de 1981 emite el decreto presidencial para crear el Instituto de Investigaciones "Dr. José María Luis Mora" para impulsar la investigación en Historia y Ciencias Sociales en México.

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